Bolivia, el rostro escondido del infierno de la Amazonia

Soldados del ejército intentan frenar el avance del fuego en el bosque de la Chiquitania, en el departamento de Santa Cruz, el más afectado por los incendios en la Amazonia boliviana, que sufrió la destrucción de 1,4 millones de hectáreas de maleza y árboles. Crédito: APG/IPS
Soldados del ejército intentan frenar el avance del fuego en el bosque de la Chiquitania, en el departamento de Santa Cruz, el más afectado por los incendios en la Amazonia boliviana, que sufrió la destrucción de 1,4 millones de hectáreas de maleza y árboles. Crédito: APG/IPS

Al sur de la Amazonia, en el departamento boliviano de Santa Cruz, más de un millón de hectáreas sucumben ante las quemas estacionales, y el presidente Evo Morales tuvo que interrumpir su campaña electoral en medio de críticas por su flexible política a la habilitación de tierras para la agricultura.

En el país, la superficie destruida por el fuego al finalizar agosto alcanza a 2,1 millones de hectáreas, señala un informe elaborado mediante la observación de imágenes satelitales por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) y entregada a IPS por Carlos Pinto.

La región de la Chiquitania, en el departamento de Santa Cruz y colindante con Brasil, que posee una extensión de 231.577 kilómetros cuadrados es la más golpeada por los incendios y hasta allí se trasladaron los últimos días decenas de bomberos, militares, brigadistas de países vecinos y la ayuda solidaria de la gente para apoyar al personal de emergencia.[pullquote]3[/pullquote]

El informe de FAN destaca que hasta el 30 de agosto el departamento de Santa Cruz tenía 64 por ciento de superficie quemada, con una extensión de 1,4 millones de hectáreas, y dejaba en segundo lugar al de Beni, con 29 por ciento y 639.678 hectáreas destruidas por el fuego.

El dato histórico recuerda que en 2010, la superficie quemada alcanzó “casi a 10 millones de hectáreas” en todo el país, pero aún queda por delante septiembre, otro mes de quemas de temporada, lo que hace temer que aún pudiera agravarse la crisis.

Pero así no haya este año un récord de incendios en la Amazonia boliviana, las críticas se concentran en que buena parte pudieron evitarse si el gobierno hubiese atendido a tiempo la emergencia y no mantuviera una política que alienta la expansión agropecuaria en la región.

La tragedia de incendios en este país megadiverso del centro occidental sudamericano, con 1.098.561 kilómetros cuadrados y sin salida al mar, ha permanecido prácticamente escondido ante una atención mundial que se concentró en las llamas del vecino Brasil, pese a que  hubo errores comunes de gestión.

Llanuras, tierras onduladas cubiertas de maleza, bosques tupidos y árboles son devorados por las llamas que se desplazan descontroladas y apenas contenidas por el personal que trata de evitar su expansión a zonas pobladas, en este país donde 48 por ciento de su territorio está cubierto por seis tipos diferentes de capa forestal.

Pero tan solo en cinco años, entre 2012 y 2017, y únicamente en el departamento de Santa Cruz se deforestaron un millón de hectáreas de bosque, según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra, que subraya que 64 por ciento se hizo en forma ilegal, sin contar con permiso alguno.

De hecho, estudios de organizaciones ambientales internacionales sitúan a Bolivia como el país de los ocho sudamericanos que conforman la cuenca amazónica, que proporcionalmente más territorio deforestado tiene en el bioma que opera como un gran regulador del clima planetario.

Detrás de los incendios

¿Por qué se registran los incendios en la región? Pinto, de la FAN, habló a IPS de condiciones extremas como la sequía y las elevadas temperaturas que bordean los 40 grados centígrados.

Sobre el uso del fuego como herramienta de desbosque, explicó que la quema de vegetación es “una práctica usada en las comunidades campesinas para habilitar tierras” destinadas a la ganadería.

Los defensores del ambiente aseguran que la quema de maleza se salió de control aupada por la decisión de Morales de promulgar, el 9 de julio, el decreto 3973 que, en su artículo 5, “autoriza el desmonte para actividades agropecuarias en tierras privadas y comunitarias…”

“Los medios, a raíz de informaciones sesgadas manejadas políticamente, han señalado que el culpable es el decreto 3973, pero lo único que se ha hecho es ampliar (los beneficios) al departamento del Beni”, declaró el ministro de Desarrollo Rural, César Cocarico, para defenderse de las críticas al manejo de la crisis.

La ola de incendios todavía sin control se produjo en plena campaña para las elecciones generales del 20 de octubre, en que Morales, un indígena aymara y en el poder desde 2006, será candidato por cuarta vez consecutiva, tras polémicas decisiones legales para que ello sea posible, y es favorito, según los sondeos.

El decreto fue aplaudido y defendido, el jueves 29 de agosto, por la influyente Federación de Ganaderos del Beni, poco antes del inicio de la exportación de 24 toneladas de carne bovina a China. El presidente de la Confederación de Ganaderos de Bolivia, Óscar Pereyra, estima que las ventas permitirán ingresos por 800 millones de dólares.

“Por la dimensión e intensidad de los incendios, podemos hablar de una catástrofe ambiental”, resumió a IPS el investigador del Centro de Documentación e Información Bolivia, Marco Gandarillas.

Ha sido “afectado una gran parte del bosque seco chiquitano (departamento de Santa Cruz) y fue duramente afectado el Pantanal, la sabana y el chaco, y por supuesto la Amazonia” localizada en territorio boliviano, opinó Gandarillas.

“Los daños a la naturaleza son incontables y a lo mejor algunos hasta irrecuperables porque contiene a su interior una gran biodiversidad y está representada por más de 10 ecosistemas de vida”, comentó  a IPS el integrante de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas y Áreas Protegidas de Bolivia, Rubén Darío Ortiz, desde el municipio de Roboré, en Santa Cruz.

El especialista relató que el bosque seco chiquitano mejor conservado del mundo es generador de agua dulce que se origina en sus serranías y conducen luego sus afluentes a la cuenca del Pantanal Otuquis, y alimenta a la cuenca del Plata (Paraguay), una de las más importantes de América del Sur.

En las calles de las ciudades de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Sucre, centenares de manifestantes se movilizan en protesta contra la política gubernamental de habilitación de tierras de cultivo y reclaman la abrogación del decreto 3973.

Morales es criticado porque solo comenzó la atención a los incendios 23 días después de la primera alerta lanzada por la Gobernación del departamento de Santa Cruz, el 26 de julio, un tiempo durante el cual se quemaron más de medio millón de hectáreas.

Hasta ahora, el presidente rechaza la declaratoria de emergencia nacional y solo rectificó su inicial negativa a recibir cooperación internacional, ante el clamor de las protestas.

Entonces aprobó la llegada de expertos en lucha contra incendios forestales, contrató los servicios del avión estadounidense extintor de incendios “Supertanker” y se espera la llegada de la ayuda rusa con un avión Ilyushin IR79.

Además de la devastación de la fauna y flora, Gandarillas lamenta el impacto en áreas protegidas en las localidades de San Matías y Otuquis, en la amazónica Chiquitania, donde el fuego afectó a 70 por ciento de la superficie.

Los daños a la población de las áreas con focos de incendios, estimada en más de 200.000 personas, serán severos, anticipa Arias.

El turismo ecológico basado en los paisajes naturales está afectado, al mismo tiempo que la sequía genera impactos en las diversas actividades de la zona.

“Será complicado y duro poder recuperarse de este desastre provocado por la mano del hombre”, pronostica.

Edición: Estrella Gutiérrez

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