Autoestima de Etiopia crece con Nobel de la Paz a su gobernante

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed (centro con gafas de sol), a quien se le concedió el día 11 el Premio Nobel de la Paz, en un encuentro un día antes con los presidentes de Kenia, Uhuru Kenyatta (corbata roja), el presidente de Uganda, Yoweri Museveni (detrás con sombrero beige). También estuvo presente el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el presidente de Somalia, Mohamed Abdullahi. Crédito: James Jeffrey / IPS
El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed (centro con gafas de sol), a quien se le concedió el día 11 el Premio Nobel de la Paz, en un encuentro un día antes con los presidentes de Kenia, Uhuru Kenyatta (corbata roja), el presidente de Uganda, Yoweri Museveni (detrás con sombrero beige). También estuvo presente el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el presidente de Somalia, Mohamed Abdullahi. Crédito: James Jeffrey / IPS

La autoestima colectiva de Etiopía vive un momento dulce al verse como centro de la atención mundial por una razón, en esta ocasión, positiva: la concesión a su primer ministro, el dinámico Abiy Ahmed, del Premio Nobel de la Paz 2019. Pero especialistas y ciudadanos coinciden en que el galardón llega cuando el gobernante afronta difíciles desafíos para él y para el país.

El galardón reconoce los «esfuerzos de Abiy para lograr la paz y la cooperación internacional, y en particular su iniciativa decisiva para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea», según dijo el noruego Comité del Nobel de la Paz, al hacer el anuncio el viernes 11.

El secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo, alabó el premio por reconocer, a su juicio,  “el trabajo decisivo que el gobierno del primer ministro Abiy Ahmed ha realizado para iniciar reformas en materia de derechos humanos en Etiopía tras decenios de represión generalizada”.

Naidoo también destacó cómo, desde que en abril de 2018 pasó a gobernar el país, Abiy reformó las fuerzas de seguridad, reemplazó las controvertidas leyes que restringían la actividad de las organizaciones sociales y de asistencia,  y ayudó a negociar un acuerdo entre los militares de Sudán y los oposición civil, que acabó con meses de protestas.

«Se lo merece, mire lo que ha logrado en África oriental en solo un año», dijo a IPS el vendedor de televisores Dereje Dessie. “Ha colaborado con Eritrea, Djibouti y Sudán y ha mejorado la situación de la región», dijo el joven de 32 años, mientras almorzaba en un restaurante de Addis Abeba donde la concesión del Nobel de la Paz a Abiy era el único tema.

Maeref Jamel Mohammed estuvo de acuerdo, pero solo hasta cierto punto.

«Reunir a Etiopía y Eritrea fue enorme, desde el punto de vista humanitario había familiares que no habían podido verse durante más de 15 años», dijo Mohammed a IPS. «Pero eso es todo por lo que puede merecer el premio», afirmó mientras tomaba un café en un local de la capital.

Muy elogiado en el escenario internacional, donde la concesión del nobel no fue una sorpresa, dentro de Etiopia las alabanzas para Aibiy, de 43 años, durante sus primeros meses en el poder han ido menguando de manera pronunciada durante los últimos meses.

Tensiones en casa

El país está inmerso en tensiones étnicas y religiosas que enfrentan a sus principales grupos, como los oromo, amhara y tigrayan.

Durante el primer semestre de 2018, el número de desplazados internos en Etiopía aumentó a 1,4 millones, principalmente a consecuencia de enfrentamientos entre los oromo y los somalí las regiones de Oromia y Somalia.

A fines del año pasado, luego de nuevos enfrentamientos entre los oromo y los gedeo, en la zona de West Guji, en Oromia, la población de desplazados internos había aumentado a casi 2,4 millones y se mantiene cerca de esa cifra.

Últimamente, algunos han expresado su preocupación de que las tensiones `provocadas por las diferencias religiosas puedan agravar aún más una situación ya de por sí volátil.

Desde julio de 2018, unas 30 iglesias ortodoxas etíopes han sido atacadas, principalmente en el este y el sur de Etiopía, con más de la mitad de ellas incendiadas, según la Unión de Profesionales de Amhara, una organización de la diáspora etíope, establecida en Estados Unidos.

Con este contexto, Naidoo, de Amnistía Internacional, insistió que al primer ministro “le queda todavía mucho trabajo por hacer”

A su juicio, el premio debe impulsarle “a asumir los desafíos pendientes en materia de derechos humanos, que amenazan con anular lo logrado”.

“Debe asegurarse con urgencia de que su gobierno aborda las tensiones étnicas, que amenazan con generar inestabilidad y más abusos contra los derechos humanos·, insistió el secretario general Amnistía.

A su juicio, Abiy debe garantizar “que su gobierno revisa la Proclamación contra el Terrorismo, de la que continúa haciéndose uso indebido como instrumento de represión, y hace rendir cuentas a los presuntos responsables de las violaciones de derechos humanos cometidas en el pasado”.

Además de los actuales desafíos y críticas internas, también se ha entibiado el jubiloso apoyo de los etíopes por la histórica solución del conflicto con Eritrea, que permitió la apertura de las fronteras por primera vez en 20 años.

El hecho es que a fines de 2018, Eritrea comenzó a cerrar los reabiertos puestos fronterizos y desde entonces el diálogo entre los gobiernos de Asmara y Addis Abeba es menos audible.

Para William Davison, analista de Crisis Group para Etiopía, «el acuerdo de paz descongeló las relaciones diplomáticas, reabrió las líneas telefónicas y permitió algunos viajes entre los dos países».

«Pero las disputas fronterizas clave no están resueltas, y Eritrea permanece sin un gobierno constitucional, por lo que aún no se han producido los dividendos de paz para sus ciudadanos que han sufrido tanto», añadió el especialista.

Son muchos analistas que reconocen que tanto en sus esfuerzos por mejorar las relaciones con Eritrea, como ene los que realiza  para aliviar las tensiones internas, Abiy enfrenta a grupos influyentes que buscan minar tanto su liderazgo como su agenda de reformas.

Algunos de estos comentaristas sugieren que Abiy se movió demasiado rápido con sus reformas, especialmente en un país cuyo sistema político se basa en un federalismo étnico, con el que se intenta mantener la armonía en las nueve regiones del país que albergan a más de 80 grupos étnicos diferentes.

Ese apuro, aducen, ha abierto una caja de Pandora de maquinaciones e intrigas políticas que ahora le pasan factura.

«Mucha gente ha venido de fuera de Etiopía y ahora está influyendo interesadamente a los diferentes grupos étnicos y religiosos”, dijo Dereje, para quien «Abiy no puede hacer mucho solo”.

“La gente también tiene que hacer algo para que las cosas mejoren», reflexionó este vendedor de televisores de la capital etíope.

El antecedente de Obama

Abiy se encuentra en una posición similar a la del presidente estadounidense Barack Obama, a quien se le concedió el Premio Nobel de la Paz 2009, en el primero de sus ocho años de mandato.

Muchos argumentan que Obama no estuvo a la altura del premio, especialmente en sus estrategias de política exterior, y en particular en el caso de Siria y las acciones que contribuyeron a impulsar la guerra civil en ese país.

Abiy todavía tiene la oportunidad de cumplir sus promesas, en especial para los etíopes, quienes están orgullosos con la concesión del Premio Nobel de la Paz a su primer ministro, y lo consideran justificado por sus esfuerzos y logros internacionales. Pero esos mismos etíopes dudan que cumpla sus promesas a favor de la democracia y las mejoras sociales.

«Hay mucho trabajo por hacer para lograr un nuevo acuerdo político interno entre actores enfrentados, y también hay obstáculos importantes para avanzar en el proceso de paz definitivo con Eritrea”, consideró Davison.

Así que para este especialista de Crisis Group, “los más difíciles desafíos de Abiy están por venir», dijo.

T: MF

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