Morir por una vida mejor o cómo los rohinyás se arriesgan para cruzar a Malasia

Cuatro mujeres y una niña rohinyás permanecen detenidas en la comisaría de Ukiya, en el distrito de Cox's Bazar, en Bangladesh, después de que la policía las rescató cuando iban a ser traficadas a Malasia por una red de trata de personas. Foto: Rafiqul Islam / IPS

Guardacostas de  Bangladesh rescataron el 16 de abril a más de 396 rohinyás hambrientos, que llevaban en el mar dos meses, mientras otros 32 perecieron en la embarcación con la que intentaban llegar a Malasia. En las últimas semanas hay un incremento de travesías de este grupo musulmán que buscan llegar a un país seguro y quedan varados en medio del mar.

En Bangladesh hay ya más de un millón de rohinyás que viven en campos de refugiados, tras huir de la ola de violencia contra ellos en su país, Myanmar (antigua Brimania), que comenzó en 2017. El intento de llegar a Malasia, bien desde aquí o desde Myanmar no es nuevo.

Durante años, los refugiados rohinyá abordaron precarias embarcaciones, para travesías organizadas por traficantes, con la esperanza de encontrar una mejor vida en países del  sudeste asiático. Por lo general realizan estos viajes de unas 1350 millas náuticas (2500 kilómetros), durante la estación seca, de noviembre a marzo, cuando las aguas están más calmadas.

No hay cifras oficiales sobre el número de rohinyás que caen víctimas del tráfico y la trata dentro de esos viajes irregulares, pero un periodista local que investiga esos delitos en la zona, aseguró a IPS bajo condición de anonimato que son muchos miles cada año.

«Alrededor de 350 personas son traficadas desde Cox’s Bazar en cada viaje. Y hay de seis a siete viajes de este tipo por mes. Entre 1500 y 2000 personas, en promedio, son traficadas a Malasia cada mes» desde los campos de refugiados de este distrito del extremo sur de Bangladesh, dijo.

El 11 de febrero, 15 rohinyás, 11 mujeres y cuatro niños, murieron cuando naufragó  un pequeño barco pesquero con motor, que transportaba ilegalmente 138 ronihyás a Malasia y se hundió en el golfo de Bengala, a unos 10 kilómetros de la costa de Cox’s Bazar. Los demás, incluidos tres presuntos traficantes se rescataron con vida.

El 10 de marzo una patrulla marítima rescató a otros 15 rohiyás de una embarcación, también cerca de Cox’s Bazar, incluidos seis mujeres y un niño pequeño.

Muchos de los que viven en los campamentos de Cox’s Bazar han intentado la peligrosa migración irregular a Malasia con la esperanza de obtener un ingreso y mejorar su vida. Pero muchas de las prometidas «oportunidades de trabajo» han sido estafas y han caído víctimas de trata de personas.

Según diferentes informes de organizaciones humanitarias,  una mafia criminal con sede en Malasia ha estado atrayendo a jóvenes y niñas rohinyás a esa nación, apoyada por traficantes locales que visitan los campamentos de refugiados e identifican posibles objetivos.

Tan solo en Kutupalong, el conjunto de 34 campos de refugiados del distrito costero de  Cox’s Bazar sobreviven unos 600 000 rohinyas.

En esos sectores de Kutupalong “encuentran a chicas rohinyña que se ven bonitas que podrían ser traficadas», dijo a IPS el inspector de policía Nurul Islam Majumder, de la comisaría de Ukhiya , en Cox’s Bazar.

Mukarrama fue salvada por la policía de Cox’s Bazar cuando se aprestaba a tomar un bote para viajar en forma irregular a Malasia desde esta zona costera de Bangladesh. Un hombre la contactó desde Malasia y la prometió matrimonio y ayuda a su familia, que sobrevive en un campo de refugiados rohinyá, pero en realidad había caído víctima de una red de trata de personas. Foto: Rafiqul Islam / IPS
Mukarrama fue salvada por la policía de Cox’s Bazar cuando se aprestaba a tomar un bote para viajar en forma irregular a Malasia desde esta zona costera de Bangladesh. Un hombre la contactó desde Malasia y la prometió matrimonio y ayuda a su familia, que sobrevive en un campo de refugiados rohinyá, pero en realidad había caído víctima de una red de trata de personas. Foto: Rafiqul Islam / IPS

Los tratantes, ubicados en Malasia,  luego de ubicarse a los objetivos, los llaman y convencen para que viajen al país, con la promesa de empleos o de un matrimonio ventajoso.

«Y luego sus reclutadores locales llevan a las víctimas hasta la orilla costera a través de una ruta específica y son traficadas a Malasia en botes» u otro tipo de pequeñas embarcaciones, dijo Majumder.

Mukarrama, de 16 años, que vivía con su familia en Kutopalong,  fue una de las jóvenes convencidas con engaños de viajar a Malasia, en su caso con una promesa de matrimonio.

Pero antes de que pudiera embarcarse, ella y otras personas que la acompañaban fueron descubiertas y devueltas por la policía a los campos rohinyás.

Su periplo comenzó en 2019, cuando un hombre la llamó a su móvil y se presentó como un rohinyá de nombre Jubair, que vivía en Malasia y quería  casarse con ella.

Lo que Mukarrama y su familia no sabían entonces era que él integraba una banda de trata de personas y que el nombre que dio seguramente no era verdadero.

Desde la huida forzada de Myanmar, su familia de cinco personas vivía en una precaria vivienda de tan solo una estancia,  carente de lo más básico. Construida en la ladera de una colina, la posición de la casa la hace, además, vulnerable a sufrir destrozos o quedar destruida por los deslizamientos de tierra que ocurren durante la temporada de monzones.

Así que cuando Mukarrama contó a su familia “la propuesta” de Jubair, la aceptaron gustosos como una forma de alcanzar una mejor vida para todos.

«Con el permiso de mi familia, me casé con mi esposo por teléfono hace un año», dijo Mukarrama a IPS en una de las ocasiones en que fue a una estación policial de  Cox’s Bazar, para cumplir con los trámites legales que le permitan regresar definitivamente con su familia.

Desde su «matrimonio», Mukarrama estaba desesperada por ir a Malasia para unirse a su esposo. El 9 de marzo, Jubair la llamó por teléfono y le dijo que un hombre de la zona la llamaría por teléfono y debería acompañarlo cuando se lo dijese. Él la ayudaría a llegar a Malasia.

“Ese hombre me llamó al día siguiente por la mañana y me pidió que fuera a la puerta del campamento rohinyá de inmediato. Y cuando llegué allí me metió en un “rickshaw (vehículo tipo triciclo que se desplaza por tracción humana)”… Dentro había otras dos chicas rohinyá y dos jóvenes varones”, contó.

«Nos llevaron a la jungla siguiendo la costa en Cox’s Bazar y  justo antes de que nos subiéramos a un bote de madera para emprender la travesía a Malasia, nos rescató la policía”, recordó la joven.

Los traficantes bangladesíes suelen congregar a sus víctimas, particularmente niñas y niños adolescentes, en lugares aislados de la costa.

Mukarrama fue muy afortunada, también en esta etapa preliminar del viaje, porque investigaciones policiales detallan que las víctimas suelen ser agredidas físicamente y extorsionadas antes de subir a las embarcaciones.

«Cuando en la noche íbamos a subir al bote, ellos (los traficantes) habían tratado de violarnos en un lugar aislado. Y es por eso que comenzamos a gritar. Al escuchar nuestro llanto, pobladores cercanos nos rescataron y entregaron a la policía», contó a IPS otra sobreviviente que pidió no dar su nombre.

El periodista de sucesos Mahmudul Haque Babul dijo a IPS que en Malasia el abuso continúa, según ha investigado.

“Una vez que los rohinyás  llegan a Malasia, los traficantes exigen un alto rescate a los familiares  de las víctimas. Si las familias no lo pagan, las mujeres se venden para la prostitución en el extranjero», explicó.

Citando estadísticas oficiales, el inspector Majumder dijo que en lo que va de 2020 se han investigado cinco casos relacionados con la trata de personas en la estación de policía de Ukhiya.

«Si las autoridades involucradas no instalan cercas fronterizas más fuertes alrededor de los campos de refugiados rohinyá, será muy difícil para las agencias encargadas de hacer cumplir la ley controlar el tráfico de personas aquí”, reconoció.

A su juicio, resulta imposible desplegar  los 300 o 400 agentes policiales que se requerirían como mínimo para vigilar a los refugiados y a los traficantes.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) informó que trabaja con el gobierno de Daca en una campaña para crear conciencia entre los refugiados del problema del tráfico y la trata de personas y los peligros que implica que viajen en forma irregular a Malasia y otros países del sudeste asiático, por muy atractivas que sean las promesas que les hacen.

También apoya el incremento de la capacidad de las fuerzas policiales para combatir este delito, así como la asistencia a los sobrevivientes de trata.

T: MF

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