Periodismo bajo ataque político y erosión económica en Brasil

El presidente Jair Bolsonaro en acto de conmemoración del Día de la Independencia de Brasil, el 7 de septiembre, en Brasilia. Todas las autoridades e incluso los militares que participaban en el desfile llevaban mascarilla, menos el mandatario, quien persiste en menospreciar la covid, incluso después de contagiarse. Foto: Marcelo Camargo/Agência Brasil
El presidente Jair Bolsonaro en acto de conmemoración del Día de la Independencia de Brasil, el 7 de septiembre, en Brasilia. Todas las autoridades e incluso los militares que participaban en el desfile llevaban mascarilla, menos el mandatario, quien persiste en menospreciar la covid, incluso después de contagiarse. Foto: Marcelo Camargo/Agência Brasil

En Brasil, además de su debilitamiento económico, parte de la crisis mundial, el periodismo enfrenta actualmente una oleada de ataques fomentados por un gobierno hostil, que llegaron incluso a la justicia.

La ofensiva del poder político en su contra, por considerarlos enemigos, pilla a los medios de comunicación tradicionales en una situación adversa, en que tratan de sobrevivir a la ruina de su modelo de negocio, basado la publicidad.

Al desafío del “cambio de paradigma” impulsado por Internet, que lleva a “buena parte de la publicidad a migrar a los medios y plataformas digitales”, se suma la “crisis de credibilidad” ante la expansión de las redes sociales que multiplicó los actores de la información, resumió Leonel de Aguiar, coordinador del curso de periodismo en la Universidad Católica de Río de Janeiro.[pullquote]3[/pullquote]

“Perdimos el monopolio de narrador de los sucesos, el mundo hoy es poblado de disputas de narrativas”, en que “los participantes de los hechos también se convirtieron en testigos de la historia, en audiencia activa” y difunden sus informaciones “sin la mediación periodística”, explicó a IPS.

La penuria económica, que empezó antes, ya provocó la desaparición de muchos medios, incluso diarios históricos, algunos reducidos a una empobrecida versión digital.

“Hay una crisis estructural que ya afectaba el periodismo empresarial desde antes de la presidencia de Jair Bolsonaro” y que se manifestó más tarde que en Estados Unidos porque Brasil se recuperó después de de la crisis económica mundial de 2008, observó Carlos Muller, quien fue director de Comunicación de la Asociación Nacional de Diarios (ANJ) en los 11 últimos años.

“El negocio periodístico se debilitó en todo el mundo, no solo por la avalancha digital que tuvo un peso enorme, pero también por el agotamiento del ciclo económico y político de Estados del bienestar social, que generó resentimientos hacia las instituciones democráticas en general”, sostuvo Miller a IPS por teléfono desde Brasilia.

Ahora, desde el ascenso de Bolsonaro a la presidencia en enero de 2019, el periodismo brasileño enfrenta otra amenaza, que recuerda la sufrida durante la dictadura militar de 1964 a 1985. La censura que era impuesta por el Poder Ejecutivo revive en otras formas.

La jueza Cristina Feijó, de Río de Janeiro, prohibió el 4 de septiembre a la red televisiva Globo, que tiene la mayor audiencia nacional, de divulgar documentos del proceso judicial en que el senador Flavio Bolsonaro responde a denuncias de corrupción.

Se trata del hijo mayor del presidente, quien trata como enemigos a muchos periodistas, especialmente los del grupo Globo, que comprende también varias publicaciones, y del diario Folha de São Paulo. Cerrar esos medios y agredir a sus periodistas son deseos que el mandatario manifestó en variadas ocasiones.

Otro juez de Río de Janeiro, Leonardo Chaves, ordenó el 28 de agosto al diario digital GGN, dirigido por el periodista Luis Nassif, excluir 11 reportajes sobre irregularidades en los negocios del banco de inversiones BTG Pactual, que tuvo entre sus fundadores al ministro de Economía, Paulo Guedes.

El periodismo seguirá, probablemente en otra forma de negocio, pero su función informativa será siempre necesaria a la sociedad, según Carlos Muller, periodista que por once años fue director de Comunicación de la Asociación Nacional de Diarios de Brasil. Foto: Cortesía de Carlos Muller
El periodismo seguirá, probablemente en otra forma de negocio, pero su función informativa será siempre necesaria a la sociedad, según Carlos Muller, periodista que por once años fue director de Comunicación de la Asociación Nacional de Diarios de Brasil. Foto: Cortesía de Carlos Muller

Son actos de censura que probablemente serán revocados por instancias judiciales superiores, ya que la Constitución brasileña de 1988 asegura la plena libertad de prensa y de expresión.

Pero se suman a “por lo menos 82 ataques a periodistas y comunicadores” que cubrían  la pandemia de covid-19, entre el 13 de marzo y 12 de agosto. De ese total 72 por ciento fueron cometidos por miembros del gobierno central, denunció la organización internacional de derechos humanos Artículo 19, centrada en la libertad de expresión.

La ofensiva por desacreditar al trabajo periodístico contribuye a “generar un ambiente de inseguridad y de avance de la desinformación” sobre la pandemia, ante “la postura de obscurecer las informaciones oficiales sobre el virus” adoptada por el gobierno, acotó el comunicado de la organización.

El coronavirus exacerbó la batalla entre el bolsonarismo, que incluye también gobernantes regionales y municipales, y el periodismo tradicional.

El alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, un pastor evangélico, contrató decenas de “guardianes” para impedir reportajes sobre el deterioro de los hospitales municipales, un crónico problema local.

La TV Globo reveló el 31 de agosto el doble delito, obstruir una información de interés social y hacerlo con recursos públicos, en un acto de improbidad, que casi le costó al alcalde un proceso de inhabilitación en el Concejo Municipal. Escapó por dos votos (25 a 23), pero aún debe responder a una investigación penal del Ministerio Público.

Otro desafío impuesto es el uso de las redes sociales para difusión de informaciones falsas. Casi todas las grandes empresas periodísticas tuvieron que crear sus servicios de verificación.

Es un campo que ilustra la confrontación con el bolsonarismo, cuya intensa actividad en la difusión de falsedades y de promoción del odio es conocida desde las elecciones de 2018 y blanco de investigaciones en el Supremo Tribunal Federal y en el legislativo Congreso Nacional.

La pandemia intensificó esos “procesos de desinformación”, como prefiere denominar Aguiar en lugar de “noticias falsas, un error conceptual porque noticia es veraz por definición, no comporta falsedades”.

Como informarse correctamente se hizo cuestión de vida o muerte, el periodismo recuperó buena parte de la credibilidad perdida antes de la crisis sanitaria, evaluó el profesor.

Producir noticias, “la información de calidad para que la sociedad pueda decidir sus rumbos”, es el “privilegio” que la sociedad otorgó al periodismo profesional, que a su juicio “nació con la democracia, la libertad de expresión y pensamiento”.

Esa misión y el hecho de que la credibilidad es “el principal capital simbólico” de las empresas permiten superar la contradicción del periodismo, un servicio público prestado por un negocio privado que “vende una mercancía para obtener utilidades”, sostuvo.

Pero el mundo digital y el ascenso de la extrema derecha al poder en muchos países, como Brasil, Estados Unidos y Hungría, rebarajan la cuestión y generan incertidumbres sobre el futuro del periodismo independiente.

“Los periodistas son una raza en extinción”, dijo Bolsonaro en enero, en uno de sus ataques a los medios críticos con su gobierno.

“No está en extinción, sino en mutación. Algo tendrá que cumplir parte de sus funciones actuales, aunque de otra forma, que es la gran cuestión”, contrarrestó Muller, quien fue profesor de periodismo en tres universidades.

“Siempre, en los momentos de revolución tecnológica de la Historia surgieron nuevos medios de comunicación, abriendo paso a la pluralidad de opiniones y también al activismo, con nuevas ideas que estremecieron certezas y generaron crisis violentas”, recordó Fernando Lattman-Weltman, profesor de Política en la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

La invención de la imprenta se asoció a las guerras religiosas, al “permitir la publicación de textos sagrados y romper el monopolio de los obispos” y la radio, primer medio para hablar a multitudes y “movilizar corazones”, alzó el fascismo con su técnica de propaganda masiva, ejemplificó en diálogo con IPS en Río de Janeiro.

“Ahora tenemos otro cambio de paradigma en la comunicación”,  concluyó el profesor sin que se pueda prever aún que vendrá en consecuencia.

ED: EG

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