México implora al cielo por una solución a su crisis hídrica

El mexicano Gabino Martínez limpia el "Tláloc", el depósito que filtra el polvo del agua del sistema de captación de agua de lluvia en su vivienda, en el barrio de Tehuixtitla, en la alcaldía Xochimilco, en el sur de Ciudad de México. Durante la temporada de lluvias de mayo a noviembre, sus habitantes captan el agua que usan para lavar, bañarse y cocinar, ante la falta de acceso a líquido por tuberías. Foto: Emilio Godoy / IPS

En barrios como Tehuixtitla, en el sur de Ciudad de México, de la lluvia nace la alegría. Ese regocijo procede de un principio básico: la lluvia provee el agua para la ducha, para lavar los platos y la ropa e incluso para cocinar, trasvasada mediante sistemas de captación de agua de lluvia (SCALL).

“Cuando va a empezar a llover, nos ponemos contentos. Limpiamos y barremos para que no haya polvo en el techo y los canales, y el agua no se ensucie ni se atasque”, contó Gabino Martínez, habitante de Tehuixtitla, parte de la turística alcaldía de Xochimilco, una de las 16 demarcaciones que componen Ciudad de México.

Todo eso lo contó a IPS este hombre de 63 años, señalando las alturas de su casa para ir mostrando la estructura que les permite gozar del recurso y le deja tranquilo parte del año.[pullquote]3[/pullquote]

Martínez, casado y padre de un hijo y dos hijas y quien se dedica al mantenimiento de viviendas,  aún conserva un poco de agua de las precipitaciones de noviembre último, y cuenta las semanas para que mayo arroje las primeras gotas, siempre y cuando la crisis climática no le rompa el pronóstico.

“Acá no se desperdicia agua. Todo lo que guardamos, lo usamos”, aseguró Martínez, quien instaló su sistema en 2008 a un costo de unos 269 dólares y cuyo barrio fue el primero de Xochimilco en contar con SCALL, pues la red pública no llega a este sitio enclavado entre cerros.

Antes de la captura de agua de lluvia, los habitantes de Tehuixtitla, que hoy suman unos 2500 repartidos en 11 calles, recolectaban en forma precaria el agua y la filtraban con tela de algodón. Además, compraban el líquido a camiones cisterna, conocidos localmente como pipas, y que luego acarreaban en bidones hasta sus hogares.

Los servicios de suministro solo eran un término en el diccionario. Mediante la organización comunitaria, han obtenido electricidad, teléfono e internet, fundamental para trabajar y estudiar en estos tiempos de pandemia de covid.

El SCALL consta de un receptáculo, llamado “Tláloc” por su parecido físico con la divinidad azteca de la lluvia, que filtra el agua del polvo. Luego pasa a un depósito de 5000 litros, para distribuirse a la red de la residencia. Los captadores dejan pasar dos o tres aguaceros para que traiga menos impurezas.

Lluvia salvadora

La lluvia puede ayudar a este país latinoamericano de 126 millones de habitantes a enfrentar la crisis hídrica proyectada por los expertos a partir de 2030, mientras que actualmente origina inundaciones, deslaves y acaba generalmente en el desagüe.

La captación de las precipitaciones reduce la necesidad de obtener o importar agua de fuentes convencionales, permite crear el abastecimiento en un punto exacto y no depende del sistema tradicional.

Al mismo tiempo, puede contribuir a que México alcance el objetivo de agua limpia y saneamiento para toda la población, el sexto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que deben cumplirse para 2030.

La situación de Ciudad de México, conocida localmente como CDMX, con más de ocho millones de habitantes y más de 21 millones al englobar su zona metropolitana, es particularmente delicada, pues se encamina al llamado “Día Cero”, cuando se quedaría sin el recurso suficiente para satisfacer sus necesidades.

La metrópoli es la tercera de las 33 divisiones administrativas de México con mayor estrés hídrico, detrás de los estados de Baja California Sur, un territorio árido del extremo noroeste del país,  y de Guanajuato, situado en el centro-norte y tensado por las actividades agrícolas.

La compra de bidones transportados por burro es la alternativa que les queda a los habitantes de Tehuixtitla y otros barrios de los cerros de la demarcación de Xoxhimilco, en el sur de la capital de México, cuando se acaba el agua de lluvia captada durante la estación húmeda y se demora el abastecimiento de los camiones cisterna, localmente conocidos como las "pipas". Foto: Emilio Godoy /IPS
La compra de bidones transportados por burro es la alternativa que les queda a los habitantes de Tehuixtitla y otros barrios de los cerros de la demarcación de Xoxhimilco, en el sur de la capital de México, cuando se acaba el agua de lluvia captada durante la estación húmeda y se demora el abastecimiento de los camiones cisterna, localmente conocidos como las «pipas». Foto: Emilio Godoy /IPS

La sequía se ensaña este año con México, especialmente con la capital, cuya fuente principal –el sistema de presas Lerma–Cutzamala, situado en el vecino estado de México–, se encuentra por debajo de la mitad de su capacidad.

Eso obliga al gobierno autónomo a racionar el agua, en una metrópoli ya presionada por la carencia del recurso.

En la mayor urbe latinoamericana unas 15 0000 personas sufren altas precariedades hídrica y social, con base en marginación, acceso a agua y reparto del líquido, distribuidas en ocho alcaldías del sur y sureste citadinos, según el estudio de 2019 “Captación de lluvia en la CDMX: Un análisis de las desigualdades espaciales”, el último publicado hasta ahora.

Además, aproximadamente 70 por ciento de los habitantes tiene agua durante menos de 12 horas diarias.

Desde 2016 operan programas gubernamentales en CDMX para dotar de SCALL a barrios afectados por la falta de agua.

El programa “Sistemas de captación de agua de lluvia en viviendas de la Ciudad de México”, que en 2020 dio unos 900 dólares de subsidio, ha instalado más de 20 000 dispositivos desde 2018 en cinco alcaldías del sur y sureste metropolitanos.

En 2021, llegará a 529 barrios de ocho alcaldías capitalinas. Pero el programa solo incluye a viviendas de áreas urbanas, pues considera que las periurbanas se sitúan en suelo de conservación y, al catalogarlas de invasiones, les niega servicios.

La Constitución de Ciudad de México, vigente desde 2017, estipula que la ciudad “garantizará la cobertura universal del agua, su acceso diario, continuo, equitativo y sustentable” e incentivará la captación del agua pluvial.

Pero en zonas altas de la sureña alcaldía de Tlalpan, por ejemplo, ese precepto no traspasa el texto. Por eso, para residentes como Silvia Ávila los SCALL han sido la salvación.

“La situación era muy difícil, no teníamos agua. Era mucho problema. La (entonces) delegación daba una pipa mensual, pero teníamos que caminar como un kilómetro y trasladarla con mangueras», rememoró a IPS durante una visita a su casa.

«No nos alcanzaba ni para lo básico. Había gente que no tenía ni un tinaco (cisterna) para cambiar el agua. Esto era desértico por falta de agua y de servicios”, aseguró al explicar la transformación que supuso para las familias de su barrio.

Con la instalación de un sistema de 10 000 litros en 2011, por el cual pagó unos 232 dólares, cambió mucho más que el acceso al agua.

“Cuando llueve, podemos satisfacer las necesidades básicas. Cada casa tiene sistema. Nos ha permitido que muchos vivan de sus propios cultivos. Nos hemos vuelto sostenibles, poco a poco. Al llegar acá, luego se llevó el programa a varios pueblos”, señaló Ávila, una viuda y madre de cuatro hijos, quien se encarga de tareas del hogar.

Los recipientes para almacenar el agua son parte del paisaje en las calles de Tehuixtitla. Los residentes de este barrio del sur de Ciudad de México los atesoran al lado de sus viviendas para complementar con ellos el suministro del recurso, mediante la compra de agua a los camiones cisterna, que guardan en bidones, algunos descoloridos por el sol y otros nuevos, para luego bombearla a sus viviendas. Foto: Emilio Godoy /IPS
Los recipientes para almacenar el agua son parte del paisaje en las calles de Tehuixtitla. Los residentes de este barrio del sur de Ciudad de México los atesoran al lado de sus viviendas para complementar con ellos el suministro del recurso, mediante la compra de agua a los camiones cisterna, que guardan en bidones, algunos descoloridos por el sol y otros nuevos, para luego bombearla a sus viviendas. Foto: Emilio Godoy /IPS

 

Paraje Quiltepec se asemeja a una ecoaldea, donde sus 30 familias usan biodigestores, elaboran lombricomposta, reciclan agua, crían gallinas y cultivan frutas y verduras.

En época seca, colonias como Tehuixtitla y Paraje Quiltepec compran pipas de entre 6000 y 10 000 litros por 50 dólares cada una. En el primer sitio, el gobierno local auxilia además con el reparto de 800 litros por semana.

El déficit no es solo de Ciudad de México

La capital mexicana refleja las vicisitudes hídricas del extenso país, de 1,96 millones de kilómetros cuadrados de superficie y de los cuales 67 por ciento es árido y semiárido y 33 por ciento, húmedo.

En 2020, México recibió más de 722 milímetros pluviales diarios, por debajo de la media de los últimos años, de 779.

Si bien México tenía en 2017 un grado de presión bajo –19,5 por ciento–, su riesgo de estrés hídrico es alto, según la plataforma Aqueduct, elaborada por la Alianza Aqueduct, formada por gobiernos, empresas y fundaciones.

De hecho, es el segundo país de América en estrés hídrico, detrás de Chile. Del centro al norte pueden padecer estrés hídrico en 2040.

Enrique Lomnitz, fundador de la no gubernamental Isla Urbana, pionera en captación y que instaló los sistemas en Tehuixtitla y Paraje Quiltepec, apreció avances en la última década en el desarrollo de la captura de lluvia.

“Se ha desarrollado un mercado y políticas de fomento. La captación alivia un poco la demanda de forma autónoma, reduce la presión al gobierno por proveer del servicio”, explicó a IPS el promotor de esta iniciativa.

“Puede dar una gran abundancia de agua, pero en el país es por temporadas. Por eso se vuelve cada vez más importante captar lluvia, porque no podemos darnos el lujo de derrochar lo que cae”, planteó.

Lomnitz destacó que los aguaceros permiten aumentar la disponibilidad de agua y constituyen la única fuente en varias zonas capitalinas.

Desde 2009, Isla Urbana, ganadora de varios premios internacionales, ha instalado unos 21 000 SCALL en todo el país.

En 2016, arrancó el Programa Nacional para Captación de Agua de Lluvia y Ecotecnias en Zonas Rurales (Procaptar), que entre 2018 y 2020 benefició a 4500 personas en 114 municipios. En 2021 auxiliará a 11 500 habitantes de 63 municipios.[related_articles]

El informe de 2019 calculó que la instalación de 105 000 SCALL mejoraría las condiciones de unas 41 5000 personas.

La “Evaluación interna del programa Sistemas de captación de agua de lluvia en viviendas de la Ciudad de México” de ese año concluyó en que el programa cumplió con sus metas físicas en la instalación de sistemas, reportó buena aceptación y satisfacción entre los beneficiarios.

Además, recomendó mejorar su adopción, especialmente en mantenimiento; indicadores de desempeño y perspectiva de género. La revisión de 2020 aún no se publica.

En Tehuixtitla no esperan, pues sus habitantes diseñan con la estatal Comisión Nacional del Agua un sistema de bombeo para tener agua potable, a un costo de unos 1750 dólares por vivienda.

“Mejorarían las condiciones de vida aquí”, afirmó Martínez con entusiasmo.

Lomnitz sugirió crear incentivos para la captura, revisar los subsidios del servicio y fomentar el tratamiento y reutilización de aguas residuales.

“En la ciudad hay una situación muy grave, por lo que se necesitan medidas para cuidar el agua. Puede haber una gama de soluciones, como reciclar agua o usar aparatos ahorradores. La captación es un elemento de varios que se tiene que trabajar para enfrentar la crisis. Pero por sí sola no va a resolver el problema”, declaró.

ED: EG

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