Agroindustria limpia las lágrimas del desempleo a jóvenes de Malawi

Jóvenes como Feston Zale, del área de Chileka, en la zona rural del distrito de Blantyre, de la Región del Sur de Malawi, están encontrando empleo e ingresos en la agroindustria. Foto: Esmie Komwa Eneya / IPS
Jóvenes como Feston Zale, del área de Chileka, en la zona rural del distrito de Blantyre, de la Región del Sur de Malawi, están encontrando empleo e ingresos en la agroindustria. Foto: Esmie Komwa Eneya / IPS

Después de cansarse de buscar empleo sin éxito por siete años, Feston Zale, de la zona rural de Chileka, en la Región del Sur de Malawi, decidió aventurarse en un proyecto de agroindustria, inicialmente con el propósito de promover su propio empleo.

Empezó a pensar en cómo convertir el humedal que heredó de sus padres en una finca productora de hortalizas. Con ese fin y para aprender lo esencial, se unió a la Cooperativa de Horticultura de Chileka, que se encuentra cerca de la capital comercial del país, Blantyre.

“Comencé a preparar el terreno, sembrar y cultivar el terreno incansablemente con la esperanza de que un día los ingresos que obtuviera enjugasen mis lágrimas de desempleo”, dijo Zale a IPS.

El joven agricultor explicó que cultiva coles, cebollas y tomates. “El dinero que obtuve con mi primera cosecha fue muy satisfactorio y me dio el valor para ampliar mi negocio agrícola”, rememoró.

Zale ha podido ganar más de 4000 dólares al año desde que comenzó su emprendimiento agrícola.

Con los beneficios de su explotación ya logró abrir una tienda para vender directamente sus productos y comprar un vehículo.

Es para sentirse satisfecho, porque en Malawi la mayoría de las pequeñas fincas familiares generan un ingreso bruto anual de unos 1840 dólares, en un país donde más de 70 por ciento de su población vive de la agricultura, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

“He recibido varios premios por producir productos hortícolas de gran calidad”, dijo, antes de resaltar lo muy valorados que son sus coles, cebollas y tomates.

Kapalamula es otro pequeño agroempresario de en las inmediaciones rurales de  Lilongwe, la capital de Malawi, quien explicó que su decisión de dedicarse a la agroindustria le permitió mantenerse desde que hace dos años terminó sus estudios de magisterio.

“Principalmente, me dedico a la producción de tomates y mi última cosecha me ha reportado unos 550 dólares”, detalló a IPS.  “He utilizado parte del dinero para comprar una máquina de coser y adentrarme también en el negocio de la moda y el diseño”, dijo.

Aunque Kapalamula sigue buscando empleo como docente, dice que no abandonará su emprendimiento agrícola una vez que encuentre un trabajo y que, por el contrario, en sus planes está el ampliar du explotación.

Zale y Kapalamula tuvieron la suerte de encontrar un medio de ingresos a través de la agroindustria.

En este país del sur de África sin salida al mar y con 16,8 millones de habitantes, el desempleo juvenil alcanza actualmente a 23 % de la población activa de ese grupo etario, según el Ministerio de Trabajo.

Pero los dos emprendedores agrícolas señalan que el sector tiene dificultades que pueden desanimar a muchos jóvenes en busca de autoempleo.

Uno de los principales problemas, contaron a IPS, son los bajos precios para sus productos debido al contrabando de productos similares desde los países vecinos, una situación que alienta la falta de regulaciones del mercado.

Como no hay políticas que ayuden a salvaguardar los precios y la venta de productos agrícolas en el país, el mercado está saturado de oferta alimentaria y los agricultores locales se ven forzados a reducir sus precios para poder competir, en ocasiones por debajo de los costes.

“Cuando nos vemos obligados a bajar más los precios, acabamos teniendo pérdidas, por lo que no nos beneficiamos del negocio como se suponía”, dijo Kapalamula. “Para seguir apostando por el negocio, hay que ser lo suficientemente valiente, de lo contrario he visto a otros jóvenes abandonar su proyecto”, añadió.

Feston Zale logró salir del desempleo en que estaba sumido largo tiempo al decidirse a transformar un humedal que heredó de sus padres en una finca hortícola, en Chileka, en el sur de Malawi. En la imagen, el joven agricultor muestra orgulloso una de sus coles, que han recibido premios por su calidad. Foto: Esmie Komwa Eneya / IPS
Feston Zale logró salir del desempleo en que estaba sumido largo tiempo al decidirse a transformar un humedal que heredó de sus padres en una finca hortícola, en Chileka, en el sur de Malawi. En la imagen, el joven agricultor muestra orgulloso una de sus coles, que han recibido premios por su calidad. Foto: Esmie Komwa Eneya / IPS

Según los expertos del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA, en inglés), los procesos de elaboración de políticas deben estar respaldados por la investigación y la experiencia.

Es una de las razones por las que se creó el proyecto de Mejora de la Capacidad para Aplicar Pruebas Científicas (Care, en inglés), que implementa la Política para la Participación de los Jóvenes en la Agroindustria y las Actividades Económicas Rurales en África.

El proyecto de Care busca promover el empleo como herramienta para reducir la pobreza y mejorar el empleo, mediante la participación de los jóvenes en la agroindustria y en la economía rural, ayudándoles a incorporar la tecnología y la innovación. La iniciativa está patrocinada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida) y ejecutado por el IITA.

Según las conclusiones de un estudio de Care en Malawi, que encabezó Dingase Kanchu Mkandawire, encontrar mercados fiables para los productos agrícolas es uno de los factores que disuaden a los jóvenes de buscar empleo en la agroindustria.

“Los jóvenes agroempresarios se enfrentan a la falta de acceso al mercado y las malas redes de carreteras empeoran la situación”, dijo Mkandawire a IPS.

De hecho, el ministro de Agricultura de Malawi, Lobin Lowe, ha destacado que la investigación en agricultura tiene un vacío cuando se enfoca únicamente en el área de producción.

“El hábito de centrar la investigación en el aumento de la productividad ha dejado a los agricultores desamparados, ya que después de producir, la comercialización se convierte en un reto mayor para ellos”, dijo Lowe durante una visita a la Estación de Investigación de Bvumbwe, en el distrito Thyolo, uno de los 12 de la Región del Sur del país.

Aubrey Jolex, otro participante en el estudio, que investigó el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la agroindustria, halló que intensificar el uso de esas herramientas ayudaba a los jóvenes agroemprendedores a encontrar mercados fiables, entre otros beneficios.

“Como los jóvenes son grandes usuarios de las herramientas de las TIC, las usan para comunicarse para comercializar sus productos, lo que a su vez les ayuda a identificar mercados fiables”, destacó a IPS.

T: MF / ED: EG

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