La negativa de los desarrolladores de vacunas a compartir los resultados de sus investigaciones, financiadas con fondos públicos, impide que haya más amplia y asequible inmunización para contener rápidamente los contagios de la covid-19, que la última semana de febrero había infectado casi 112 millones de personas en el mundo y causado la muerte de 2,5 millones.
“Oh, qué enredada telaraña tejemos cuando practicamos el engaño por primera vez”, dice el poeta escocés Walter Scott en un poema que ya tiene más de dos siglos, pero que funciona muy bien para explicar cómo la búsqueda de la ventaja nacional y la ganancia privada han socavado el interés público y el bien común.
Las modas actuales del desarrollo fetichizan los datos, aparentemente para la “formulación de políticas basada en la evidencia”: si no se miden, no importan. Por lo tanto, olvídese de obtener recursos financieros para su trabajo, programas y proyectos, sin importar cuán beneficiosos, significativos o desesperadamente necesarios sean.
Las recesiones generadas por la covid-19 han afectado a la mayoría de los países y han requerido respuestas fiscales masivas. Si bien la mayoría de los países en desarrollo luchaban contra una deuda creciente incluso antes de la pandemia, muchos países industrializados también enfrentan presiones macroeconómicas sin precedentes a pesar de los recortes de gastos anteriores debido a las políticas de "consolidación fiscal".
El “etnopopulismo” ha surgido y se ha extendido en las últimas décadas en respuesta a las consecuencias mixtas de la globalización neoliberal. Se apropia de la retórica nacionalista para limitados fines étnicos, religiosos, culturales u otros fines comunitarios, típicamente con un rechazo chovinista y patriotero de otros seleccionados como políticamente oportunos.
La dirección del Banco Mundial debe abandonar urgentemente su idea engañosa de "Maximizar el Financiamiento para el Desarrollo" (MFD). En cambio, debería retomar su rol tradicional de banco multilateral de desarrollo de movilizar fondos a un costo mínimo para financiar a los países del Sur en desarrollo.
La deuda de los países del Sur en desarrollo ha continuado creciendo rápidamente desde la crisis financiera mundial de 2008-2009. Las advertencias contra la deuda han sido reiteradas por profetas familiarizados con la ruina de la deuda, como la nueva economista jefe del Banco Mundial, Carmen Reinhart, que una vez recibió el apodo de "madrina de la austeridad".
Para la tercera semana de marzo, la cifra de muertes por la covid-19 en Italia superó la de China, según los registros oficiales de ambos países. Las autoridades de todo el mundo han restringido los movimientos de la población como parte de los esfuerzos para contener la expansión del coronavirus.
La desigualdad económica, que incluye tanto a los ingresos como a la concentración de la riqueza, aumenta en casi todo el mundo desde la década de los años 80. De hecho, tras ser moderada durante casi todo el siglo XX, y en especial después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y hasta los años 70, en la actualidad alcanza niveles nunca antes vistos.
George Soros, Bill Gates y otros entendidos prevén otra crisis financiera, que esta vez podría explotar desde los países emergentes del Sur en desarrollo, y algunos hechos registrados en los últimos tiempos justifican los temibles pronósticos.
Estados Unidos ha tenido el déficit comercial más grande del mundo por casi medio siglo. En 2017 ascendió a 566.000 millones de dólares para bienes y servicios, y sin estos últimos, a 810.000 millones de dólares.
La desigualdad en los ingresos y la riqueza aumentó en las últimas décadas, pero el reconocimiento del papel que desempeñan la liberalización económica y la globalización en esa brecha nunca ha sido tan generalizado. Los guardianes del capitalismo global están nerviosos, pero poco hicieron para controlar o revertir la situación.
Un informe del Banco Mundial analiza los avances limitados en la reducción de la pobreza y la desigualdad, dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) centrales, los que apuestan a “no dejar a nadie atrás” y a atender las desigualdades y la discriminación.
Hace tiempo que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene que China, su mayor socio comercial, hace trampa, por ello decidió priorizar el cambio de las condiciones y de los términos comerciales como parte de su estrategia para que su país “vuelva a ser grande”.
La recuperación económica de los países en desarrollo se vio frenada porque los estados más ricos y emergentes, salvo Estados Unidos y Japón, llegaron a un consenso político tácito en materia de austeridad fiscal, en vez de realizar un esfuerzo concertado y sostenido para superar el estancamiento prolongado.
Aunque el principal motivo de Estados Unidos para impulsar el Acuerdo Transpacífico de Asociación para la Cooperación Económica (TPP, en inglés) fue contrarrestar la influencia de China, también pretende socavar la Ronda de Doha de negociaciones comerciales y apoyar los intereses de empresas estadounidenses.
El año 2015 fue todo un reto para el multilateralismo, especialmente en relación con las cuestiones de desarrollo.