El acceso a una educación inclusiva de calidad es un derecho humano universal. Cuando se ignora o niega el derecho inherente a una buena educación, las consecuencias son graves. Para una niña en un país en conflicto o desplazamiento forzado, el impacto se multiplica de forma brutal.
Mirando en retrospectiva al 2020, todos llevamos las cicatrices de un año devastador; aunque ninguno como el de los niños y niñas de todo el mundo. La pandemia de covid-19 interrumpió la educación de más de 1600 millones de niños y jóvenes en todo el mundo y continúa haciéndolo.
La educación no es un privilegio. Es un derecho humano fundamental. Sin embargo, la educación está subestimada incluso en el mejor de los casos. Con frecuencia, no conectamos los puntos entre el derecho a la educación y el reconocimiento de todos los derechos humanos. Como señaló Amartya Sen, galardonado con el Premio Nobel de Economía, no hemos logrado darle a "este enorme potencial para transformar vidas humanas" la atención que merece.