La emoción de ver de cerca una ballena o a un banco de delfines retozando en el océano son experiencias cada día más buscadas, y eso aumenta la demanda por tours para avistar estos cetáceos en su hábitat natural. Pero convertirse en una atracción turística también representa nuevos peligros para esa fauna y sus ecosistemas.
En la laguna de Ojo de Liebre, parte de la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno, en el noroccidente de México, se teme que se esté cocinando un desastre ambiental por el vertido durante años de los residuos de la explotación de la salina más grande del mundo por una empresa mixta.
“¿Sabes quién capturó tus mariscos?”. Carteles con esta inscripción comenzaron a aparecer en autobuses, trenes y otros medios de transporte en la nororiental ciudad estadounidense de Boston.
Tras una pausa de dos años, Islandia reanudó la caza de ballenas de aleta. Pero ambientalistas de otros países se esfuerzan por frenarla.