Hace algunos días
el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, puso en plata su posición ante las exigencias que ambientalistas y feministas han hecho a su gobierno. El feminismo y los movimientos en defensa del planeta son, según él, “justos, pero no centrales” y fueron tolerados y hasta favorecidos por los “dueños del mundo” para que “no se centrara la atención en el saqueo, en la corrupción, en la desigualdad económica y social”.
¿Existe una arquitectura feminista? ¿Hay ciudades pensadas para las mujeres? ¿Otras para los hombres? ¿En qué se diferencian?
El periodismo feminista viene abriéndose paso en América Latina. Suma espacios, irrumpe, cuestiona, y se hace escuchar. De manera sostenida y sin pedir permiso.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es la voz con mayor resonancia en el mundo a favor del empoderamiento de las mujeres y contra la persistente discriminación de género en el mundo. Pero sigue estando muy lejos de sus elevados ideales al respecto.
Más personas y por más tiempo interactúan en los espacios digitales de América Latina por la pandemia de covid-19, pese a la brecha en el área, lo que disparó la exposición a la violencia en línea para el caso de las mujeres, según activistas y especialistas.
Primero las violaciones sexuales frecuentes que pueden prolongarse por años, bajo amenazas de muerte. Luego el embarazo como una enfermedad desconocida y la maternidad aún en la niñez, en convivencia forzada con el verdugo.
Un proyecto de ley de Myanmar (Birmania), cuyo objetivo oficial es la protección de las mujeres de la violencia, preocupa a los defensores de los derechos humanos y de género por su anacrónica definición de violación o la inexacta terminología de conceptos como consentimiento, gays, bisexuales o transgénero.
La violencia de género, sea creciente o crecientemente percibida, es el gran factor del nuevo protagonismo que conquistó el feminismo en América Latina, realzado en las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer.
Una cultura religiosa transnacional se desplaza silenciosamente por todos los rincones del planeta, no importa el país, ni su sistema, ni su gobierno, ni su historia. Atraviesa no solo las urbes cosmopolitas sino los barrios periféricos, las zonas montañosas, las localidades más recónditas, las impensadas.
Dentro de las marchas con pañuelos verdes por el derecho al aborto o contra los feminicidios, las mujeres afrodescendientes de América Latina alzan cada vez más sus voces para resaltar su situación de desventaja e invisibilidad.
Investigaciones y campañas feministas empiezan a poner la mirada sobre el drama de las niñas latinoamericanas que antes de los 14 años son forzadas al embarazo y la maternidad producto de violaciones sexuales que afectan sus proyectos de vida sin que los Estados respondan con políticas que garanticen sus derechos humanos.
Una red alternativa en Brasil promueve la participación femenina en cargos de elección con apoyo mediático. Esta campaña, como otras en América Latina, intenta revertir un panorama político donde pese a ser mayoría, en promedio las mujeres ocupan apenas 29,8 por ciento de cargos legislativos.
“La policía pensó que la iba a callar pero lo que hizo es multiplicar en millones la voz de Marielle Franco”, aseguró Verónica Ferreira, integrante del colectivo SOS Corpo, una articulación feminista para la democracia.
Carmen Beramendi, directora de la Facultad de Ciencias Sociales (Flacso) en Uruguay y docente e investigadora en género y políticas de igualdad, cree que la efervescencia de los movimientos contra la violencia hacia las mujeres constituye “una verdadera primavera feminista”.
Desde el argentino “Ni una Menos” al colombiano “No es hora de callar”, el activismo contra la violencia machista creció desde 2015 en América Latina, con campañas que tienen voces y peculiaridades socioculturales diferentes al movimiento “MeToo” surgido más tarde, en 2017, en Estados Unidos.
Las mujeres mexicanas han ganado una nueva batalla en la lucha de género: después de 95 años de la primera transmisión de un programa de radio en México, la capital del país tendrá desde marzo de 2018 una emisora comunitaria y feminista.
Eréndira Derbez e Israel Espinosa publicaron, en abril de 2017, el artículo “Bocafloja: El privilegio del marcho progre”, en el que analizaron la respuesta misógina del rapero Bocafloja a una colaboradora durante un acto público. La publicación desató una polémica en el círculo del hip hop latinoamericano sobre machismo, racismo y clasismo, pero también una serie de comentarios en redes sociales de quienes defendieron al rapero y atacaron a uno de los autores del artículo.