Las migraciones se han convertido en uno de los macrofenómenos que definen nuestro tiempo. Un 3,5% de la población mundial vive en un país diferente de aquel en que nació, sumando un total de
272 millones de personas. Todos los países participan de un modo u otro de los procesos migratorios en tanto que países emisores, receptores o de tránsito.
Desde que comenzó la emergencia sanitaria, 22 países de América cerraron temporalmente o mantienen cerradas sus fronteras, otros excluyeron de sus programas de apoyo ante la emergencia a la población migrante no regularizada. En otros más se suspendieron temporalmente los trámites de peticiones de asilo y refugio.
Es una kilométrica culebra humana que recorre las carreteras de Chiapas, el estado más sureño del país. Se mueve rápido, pese a que un tercio de sus filas está integrado por niños y ha logrado evadir todos los obstáculos que han puesto los gobiernos de Honduras, Guatemala y ahora México, que presionados por Estados Unidos, tratan en vano detenerla.
Las últimas elecciones en Austria y en la República Checa muestran claramente que los medios de comunicación dejaron de intentar contextualizar los hechos. Para ello es necesario lanzar una alerta sobre el futuro de Europa, como vehículo de los valores europeos.
El panorama que ofrece una de las fronteras más tristemente célebres de la Tierra -alrededor de 1.000 kilómetros de porosa valla metálica- que divide vidas, esperanzas y sueños entre Estados Unidos y México, es sin duda abrumador, pero no del modo que esperábamos.
Cuando los líderes de la Unión Europea (UE) disfruten el jueves 17 y el viernes 18 de sus vuelos exclusivos, sus suites de lujo y sus limusinas oficiales, en una nueva cumbre en Bruselas, para adoptar una decisión final sobre su propuesto plan de usar los refugiados como moneda de cambio, es probable que 20.000 sirios sigan aún en el campo de refugiados de Idomeni en Grecia, en una situación descrita como "peor que la Primera Guerra Mundial".
La crisis protagonizada en varios puntos fronterizos de América Latina por miles de migrantes de Cuba pujando por llegar a Estados Unidos, reflota un problema no resuelto entre ambos países pese a convenios, negociaciones y el deshielo diplomático iniciado hace un año.
Varias preguntas han surgido como más urgentes ante la tragedia de París. Algunas han sido ya contestadas y otras quedarán para la especulación: ¿quién lo hizo?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo ha sido posible el múltiple crimen?, ¿cuáles serán las consecuencias?, ¿cómo se pueden evitar repeticiones?, ¿sirve de algo la experiencia de otros países que antes han sido víctimas, como Gran Bretaña y España?, ¿cómo la sociedad francesa y la europea pueden protegerse?, ¿cuál puede ser la reacción del orden político francés y europeo?, ¿cómo pueden colaborar otras potencias, como Estados Unidos?, ¿si esto es una guerra, debe la Organización del Tratado Atlántico (OTAN) intervenir?, ¿cuál puede o debe ser la actuación de actores hasta ahora mudos, distantes o cómplices ante incidentes anteriores?
En el cubrimiento de la guerra colombiana -de origen social, pero cruzada por el narcotráfico y financiada por él-, se aprende que una “ruta de la droga” es una cadena de funcionarios corruptos, civiles o uniformados, que permiten pasar narcóticos por puestos de control o territorios que están bajo su responsabilidad.
Este año se conmemoró el 62 aniversario del armisticio que puso fin a la Guerra de Corea. Un tratado de paz nunca reemplazó al alto el fuego provisional y la Zona Desmilitarizada (ZD) sigue dividiendo al país asiático.
"El número insoportable de vidas perdidas en el mar no hará más que crecer si la Unión Europea no actúa ahora para garantizar las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo”, advirtió Human Rights Watch (HRW).
Es un hecho insólito que invita a la reflexión que en un referendo Suiza haya emprendido un camino opuesto al de la Unión Europea (UE), sobre todo porque ha optado por una senda mucho más progresista, pese a que estábamos acostumbrados a considerarlo un país muy conservador.
“Claro que estoy asustado pero, ¿qué otra cosa puedo hacer?”, dice Ahmed en un pequeño hotel en los confines de Afganistán. Le han dicho que espere ahí. Se dirige a Irán, pero no sabe ni cómo ni cuándo cruzará la frontera.
Son abuelas, madres y familiares de los migrantes que hace 14 años, unidas por el dolor y la angustia, conformaron en esta ciudad del norte de Honduras un comité destinado a la búsqueda de sus parientes desaparecidos en la ruta migratoria hacia Estados Unidos.
Los bajo puentes del canal del río Tijuana, en la esquina más al norte de México, están convertidos en enormes retretes. Bultos de personas duermen en habitáculos de cartón y telas, hoyos hechos en la tierra, alcantarillas, puentes y laderas del canal, a lo largo de los dos kilómetros entre el este de la ciudad y la valla fronteriza con Estados Unidos.
La crisis migratoria desatada por los miles de niñas y niños de América Central detenidos en Estados Unidos, representa una pérdida masiva de generaciones que huyen de la pobreza, la violencia y la inseguridad en Honduras, Guatemala y El Salvador, los tres países más violentos del llamado Triángulo Norte del istmo.
Líbano ha cerrado sus fronteras a las decenas de miles de palestinos que viven en Siria y que buscaban seguridad y una posible vía de escape hacía Europa tras quedar desplazados por la violencia de la guerra civil de más de tres años en el vecino país.