Aunque no ha sido una prioridad en América Latina y el Caribe, la pandemia de la covid-19 amenaza con relegar la lucha climática en la región por las urgencias sanitarias, económicas y sociales, que también sirven para demorar medidas que requieren cambios en el modelo de desarrollo.
El desplome petrolero, la recesión global y la incertidumbre sobre la magnitud de la pandemia covid-19 reabrirán el apetito por la energía fósil, más barata, y aplazarán inversiones en las renovables, afectando a las metas del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
A mitad de camino entre el sueño de ser una potencia mundial de los hidrocarburos no convencionales de esquisto y las promesas todavía incumplidas de desarrollar las fuentes renovables, Argentina parece marchar sin un rumbo claro en materia energética.
El proyecto para instalar un enorme depósito de residuos de la actividad petrolera provocó una crisis en el norte de la Patagonia argentina y volvió a poner en primer plano en el país el debate sobre el impacto ambiental de las industrias extractivas.
Argentina no tiene la tradición minera de otros países sudamericanos, pero la historia podría empezar a cambiar. El gobierno pretende atraer inversiones extranjeras por 30.000 millones de dólares para aprovechar el gran potencial minero que tiene de desde el norte al sur del país la vertiente oriental de la cordillera de los Andes.
Cómo encarar medidas de adaptación al cambio climático es una de las cuestiones críticas que debe acometer Argentina, señalado por expertos internacionales como un país altamente vulnerable por su ubicación geográfica y su estructura productiva.
Douglas Tompkins conoció en 1997 los Esteros del Iberá, en el noroeste de Argentina, y quedó fascinado con ese salvaje paisaje de pantanos y pastizales de 1.300.000 hectáreas, casi sin seres humanos y con una diversa vida silvestre.
¿Es posible invertir 5.200 millones de dólares para revertir la contaminación de un río de apenas 64 kilómetros de extensión y prácticamente no obtener resultados? Argentina está demostrando que sí.
Los países latinoamericanos acudirán en masa a estampar su firma sobre el Acuerdo de París, en lo que será un sencillo acto protocolario con una enorme implicación política: es la chispa que moverá el engranaje para contener el recalentamiento del planeta.
América Latina tiene dificultades para establecer su contribución a la reducción de emisiones, que todos los países deben presentar este año ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Inmortalizada por un famoso tango, la “Niebla del riachuelo” comienza a disiparse en la cuenca hidrográfica argentina más industrial y contaminada. Pero siglos de abandono y la compleja articulación de intereses políticos y económicos dificultan un saneamiento que requiere más que una pareja para bailar al compás.