Tras siglos de acumulación de pobreza, marginación en las políticas nacionales de desarrollo y también de buenas experiencias locales, las regiones semiáridas de América Latina se aprestan a dibujar sus propios caminos agrícolas compartiendo conocimientos, en una nueva e inédita iniciativa.
Las rocas, que antes eran un estorbo al reducir la tierra cultivable, se convirtieron en una riqueza. En ellas Pedrina Pereira y João Leite construyeron cuatro estanques para acopiar agua de lluvia en una comunidad agrícola del noreste de Brasil.
Cuando casi lograban su objetivo, los habitantes de la comunidad quilombola de Jatobá, en el norte de Brasil, podrían perder sus largos años batallando para que se les reconozca su territorio, porque un trasvase del río São Francisco va a atravesar sus tierras.
Diez presidentes y primeros ministros colaborarán para resolver la creciente crisis mundial del agua mientras la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que el planeta podría sufrir un déficit de 40 por ciento en la disponibilidad de ese elemento para 2030.
Aunque el índice de desarrollo humano en el sudoccidental estado indio de Karnataka es de 0,478, superior al promedio nacional de 0,472, persiste allí el déficit en materia de agua y saneamiento con repercusiones negativas para la salud de los niños y las niñas.
Cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) intenta resolver una crisis de agua o saneamiento, por lo general el problema se ubica en tugurios urbanos y aldeas remotas en África, Asia o América Latina y el Caribe.
El apuro del gobierno sudafricano por suministrar agua a millones de personas tras la caída del régimen del apartheid posiblemente haya comprometido la capacidad de prestar este servicio al país a largo plazo.