La inseguridad alimentaria despegó con fuerza en Brasil y ya afecta a más de la mitad de la población, 59,4 o 55,2 por ciento según dos estudios. La pandemia acentuó la tendencia iniciada en 2014 y agravada por el actual gobierno de extrema derecha.
El presidente Jair Bolsonaro se enredó en una crisis militar que pone en riesgo su gobierno, al destituir el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo, en un intento de obtener apoyo castrense a su política suicida ante la covid-19.
Una alianza entre empresarios y líderes legislativos trata de soslayar el obstáculo que representa el presidente Jair Bolsonaro a cualquier atisbo de una gestión racional de la covid-19, tras más de 300 000 muertos y el caos sanitario que se ha enseñoreado de Brasil.
El colapso del sistema de salud en Brasil, ante el recrudecimiento de la covid-19, obligó al cambio del ministro de Salud, otra vez, en un cuadro político agravado por el avance de la pandemia en las capas más ricas y progubernamentales de la población.
“Lula presidente”, es el grito desatado en diferentes sectores de Brasil por un dictamen del Supremo Tribunal Federal (STF), al anular las condenas penales contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en lo que es también representa el ocaso de la lucha anticorrupción que marea a la Justicia en Brasil.
Brasil se convirtió en una “cámara de gas a cielo abierto”, con mutaciones del coronavirus que ponen en riesgo el mundo, dice el manifiesto de intelectuales, religiosos y artistas “horrorizados” ante la mortandad agrandada por el gobierno.
La agricultura familiar, sometida a políticas adversas en Brasil desde 2016, sufre también los efectos de la covid-19, pero atenuados, mientras mantiene su especial papel de auxiliar a los pobres urbanos, particularmente castigados por la pandemia.
Las crisis mundiales del petróleo en 1973 y 1979 acortaron la dictadura militar en Brasil (1964-1985), al acabar con su “milagro económico”. El escarmiento convirtió el país en exportador del crudo, pero no lo eximió de otras maldiciones.
El encarcelamiento del diputado Daniel Silveira, un agresivo adepto al presidente Jair Bolsonaro, desató una nueva crisis en Brasil, una situación muy frecuente en Brasil desde que los militares proclamaron la república en 1889 y asumieron un protagonismo político, unas veces ostensible y otro o camuflado.
La búsqueda desesperada por las vacunas anticovid atropelló los dogmas internacionales del gobierno de Brasil y castiga las opciones que adoptó el país en relación a la industria farmacéutica en las últimas décadas.
Brasil, un país con un exceso de farmacias visible en sus calles, enfrenta la pandemia de covid-19 con algunos factores culturales negativos, además de un gobierno negacionista.
El escenario tan temido por organizaciones ambientalistas y académicos se ha materializado en América Latina y el Caribe, pues los efectos de la pandemia de coronavirus han relegado la lucha climática en la región.
La ciencia tiene la palabra primordial sobre amenazas climáticas, otros temas ambientales y la pandemia, pero se hizo también objeto de debates en el Foro Social Mundial, no por sí misma, sino por su negación.
Manaus, la capital de la Amazonia brasileña, vive una tragedia de muertes evitables, en parte porque el Ministerio de Salud, en lugar de enviarles el oxígeno que falta a sus hospitales, les aporta como tratamiento ante la covid-19 medicinas para dolencias intestinales y otras enfermedades tradicionales.
Propio de una “república bananera” fue la descalificación con que muchos compararon el asalto al Capitolio, el 6 de enero en Washington, por huestes azuzadas por el saliente presidente Donald Trump, a lo que suele ocurrir en América Latina. Pero es distinto y la diferencia son los militares.
Suena a suicidio electoral el desdén con que el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro trata públicamente las vacunas contra la covid, cuando Brasil sufre una nueva ola de la pandemia, con mortalidad en alza y la población ansiosa por inmunizarse.
La crisis climática y la democracia, además de las disputas con China, son los ejes de la política del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, que por sus efectos en América Latina podrán reordenar el sistema hemisférico.