Mirando en retrospectiva al 2020, todos llevamos las cicatrices de un año devastador; aunque ninguno como el de los niños y niñas de todo el mundo. La pandemia de covid-19 interrumpió la educación de más de 1600 millones de niños y jóvenes en todo el mundo y continúa haciéndolo.
"Necesito ayuda, ahora mismo no puedo caminar correctamente", suplicó la víctima nigeriana de trata de personas Nkiru Obasi desde su cama de hospital en un vídeo en la capital de Líbano que publicó en línea.
Hay muchos motivos históricos e intereses económicos detrás de las asiduas visitas del presidente francés
Emmanuel Macron a Beirut en los últimos meses. Líbano se está enfrentando a una nueva crisis económica, política y social que en el pasado dio origen a una peligrosa falta de seguridad que puso al país entero en una débil situación, en la que la verdadera soberanía brilla por su ausencia.
Las agencias de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas lanzaron programas de auxilio a la población de Beirut, la capital libanesa golpeada por una explosión el 4 de agosto que causó al menos 200 muertos, 6000 heridos y daños a 170 000 viviendas, al puerto, y a empresas e instalaciones de servicios.
La Organización de las Naciones Unidas lanzó una campaña de suministro de ayuda médica y humanitaria al Líbano, al tiempo que su secretario general, António Guterres, pidió oír las voces de quienes reclaman explicaciones por la violenta explosión en su capital, Beirut, el 4 de agosto.
Se les prometió un mundo de esperanza pero terminaron como servicio doméstico en hogares de Líbano en condiciones indignas. Esta es la historia de muchas trabajadoras domésticas en el país. Con un sistema de patrocinios de 70 años de antigüedad, estas empleadas están vinculadas a sus patronos con pocos o ningún derecho básico.
Frente al número sin precedentes de personas desplazadas de sus hogares en todo el mundo, muchos actores humanitarios quedaron profundamente decepcionados con el resultado de la reunión de alto nivel de la ONU, que debía ofrecer una respuesta justa a los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes.
En otra violación de las leyes internacionales y sus propios valores humanos, 28 países europeos acaban de acordar con Turquía abrir un nuevo "bazar" de refugiados, esta vez utilizando el viejo sistema de trueque: iraquíes y afganos a cambio de sirios y algo de dinero.
Casi un millón de personas cruzaron el mar Mediterráneo como refugiadas o como migrantes este año. Los conflictos en Siria y otras partes del mundo profundizan el sufrimiento humano; probablemente 2015 siente un precedente en materia de desplazamientos forzados, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Cuando la canciller de Alemania, Angela Merkel, defendió la política de inmigración de su gobierno y anunció que su país recibirá un millón de refugiados, en su mayoría de Siria, miembros de su partido, la Unión Demócrata Cristiana, la aplaudieron de pie durante nueve minutos.
Una encuesta de opinión pública realizada en seis países árabes, Irán y Turquía concluyó que la gente es más propensa a atribuir "el surgimiento de organizaciones violentas como Al Qaeda y Estado Islámico (EI)” a los "gobiernos corruptos, represores y no representativos” más que al "enojo contra Estados Unidos”.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebró este miércoles 19 el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria con el comienzo de la difusión de “inspiradoras” historias de supervivencia, aunque el foro mundial describe a la actual crisis de refugiados como la peor en casi un cuarto de siglo.
Los refugiados palestinos en Siria, Líbano, Gaza y Cisjordania se quedarían sin servicios esenciales debido a la grave crisis financiera que atraviesa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, en inglés), a menos que ingresen fondos nuevos antes de finalizar septiembre.
En el taller de vidrio soplado de la familia Jalife, en el pueblo costero de Sarafand, en el sur de Líbano, cuatro hombres parados al lado de un horno se concentran en su tarea, pese a un calor asfixiante. La tarea es ardua, pero la satisfacción de continuar con un negocio familiar y artesanal casi extinto, de ayudar a reciclar y de ganarse la vida no podría ser mayor.
Es triste ver cómo un continente que fue cuna de una civilización, está marchando ciegamente hacia una trampa: la de una guerra santa contra el Islam. Para eso, bastaron tres terroristas musulmanes y un ataque asesino al semanario parisino Charlie Hebdo.
Con la mirada fija en el piso, Hassan, un refugiado de 21 años procedente de Idlib, en el noroccidente de Siria, sostiene sus documentos de identificación. Entonces recoge un papelito color rosa donde dice que debe obtener un contrato de trabajo, pues de lo contrario no le renovarán su visa de residencia en Líbano.
Las madres y las embarazadas sirias en el mayor campo de refugiados del Kurdistán iraquí son consideradas relativamente afortunadas.