Fue en el
día internacional de los derechos humanos, cuando el saliente presidente estadounidense Donald Trump sacudió el panorama internacional con el anuncio del
reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental, en clara violación del derecho de autodeterminación saharaui.
La palabra “dignidad” fue muy utilizada durante la conferencia del Pacto Mundial sobre Migración, y cuando eso pasa, puede llegar a perder sentido. Pero en las calles de Marruecos, sigue muy vigente, en especial para los migrantes en busca de trabajo.
Con una economía estable y un ambiente político en paz, Marruecos - que siempre ha sido un país de tránsito para los migrantes africanos - se está convirtiendo en un nuevo destino potencial para los recién llegados. No obstante, la tierra soñada para la mayoría de quienes cruzan el Sahara sigue siendo Europa.
Los países latinoamericanos acudirán en masa a estampar su firma sobre el Acuerdo de París, en lo que será un sencillo acto protocolario con una enorme implicación política: es la chispa que moverá el engranaje para contener el recalentamiento del planeta.
En medio de las montañas tras la valla fronteriza de este enclave español en el norte de África, y a ocho kilómetros de Fnideq, el pueblo marroquí más cercano, un número indeterminado de migrantes vive en el bosque.
Ahmed Ettanji busca una vivienda para alquilar en algún edificio en el centro de El Aaiún, a 1.100 kilómetros al sur de Rabat. Se conforma con que tenga una azotea con vistas a la plaza que acogerá la próxima manifestación prosaharaui.
Nigeria acaba de encargar a un comité de expertos la definición de los objetivos y compromisos que incluirá dentro de sus contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés) en materia de cambio climático.
Diez mujeres han discutido durante toda la jornada sobre cómo transmitir la cultura y tradición saharauis a las más jóvenes. Como siempre, se han reunido en secreto. No hay alternativa en la capital del Sahara Occidental ocupado por Marruecos.
El uso generalizado de la tecnología digital, como las imágenes satelitales, las cámaras adheridas al cuerpo y los teléfonos inteligentes, es una nueva herramienta para registrar y denunciar la violación de los derechos humanos en el mundo.
Unos kilómetros antes de la frontera entre Marruecos y el enclave español de Ceuta, un cartel informa a los transeúntes que este puesto de avanzada de España en suelo africano ocupa un lugar privilegiado para quienes deseen observar la migración anual de las aves por el estrecho de Gibraltar, la ruta más corta de África a Europa.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que trabaja en situación de emergencia para combatir el brote de ébola en el occidente de África, está preocupada por el aislamiento que padecen las naciones más azotadas por la enfermedad, y que puede ser aún mayor.
Una propuesta para igualar los derechos de herencia de hombres y mujeres divide a Marruecos: para los “modernistas” es una aplicación de las garantías establecidas en la Constitución, para los islamistas es una violación de la ley islámica o shariá.
Mientras empresarios de Estados Unidos y Marruecos procuran fortalecer los vínculos bilaterales, organizaciones de la sociedad civil plantean su preocupación por los planes de una firma energética estadounidense de buscar petróleo en el disputado territorio de Sahara Occidental.
“¿Quién hablará por ellos ahora? ¿Quién contará su historia a sus familias en Camerún o Costa de Marfil?”, se preguntó el nigeriano Edmund Okeke sobre los 15 inmigrantes muertos cuando trataban de alcanzar a nado la costa de la ciudad española de Ceuta desde Marruecos.
Varios voluntarios y voluntarias se afanan en una nave industrial de la ciudad española de Málaga, organizando miles de kilogramos de arroz, azúcar, lentejas y aceite, que este mes partirán hacia los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en el oeste argelino.
Aún no despunta el sol cuando una mujer marroquí guarda su turno en el paso fronterizo peatonal que separa a su país de la ciudad española de Melilla. Tras horas de espera, cruza, carga sobre sus espaldas un fardo de 80 kilogramos de mercancía y desanda sus pasos entregándolo en su territorio a cambio de menos de seis dólares.
La cantidad de migrantes internacionales aumenta inexorablemente, mientras continúan proliferando informes que los involucran y que hablan de situaciones similares a la esclavitud.