Cuatro agencias de las Naciones Unidas lanzaron un nuevo llamado a la solidaridad internacional para enfrentar el impacto de la pandemia covid-19 sobre los grupos más vulnerables del planeta, en los campos de la salud, el trabajo y la alimentación.
La mayor parte de las culturas han creado tabúes y normas que prevenían el desperdicio de alimentos. Al mismo tiempo, los protocolos sociales reservaban a las ocasiones de celebración o de hospitalidad un código que asociaba la abundancia de comida, en cantidades muy superiores a lo normal, a conceptos como la generosidad y la honorabilidad.
El comercio alimentario mundial se duplicó en los últimos 25 años, pero las cadenas de valor deben mejorarse para favorecer los ingresos de los pequeños agricultores y los países en desarrollo, señaló el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La inseguridad alimentaria en Brasil, que ya había aumentado 62,4 por ciento de 2013 a 2018 según las estadísticas oficiales, debe agravarse en los próximos meses al sumar efectos de la covid-19 a los desconciertos de la política agrícola.
La construcción de sistemas alimentarios inclusivos y más saludables y la protección de la salud del planeta serán algunas de las prioridades clave en la primera cumbre sobre el crucial tema, que se realizará el año próximo.
El valle de Sinja, situado en el noroeste de Nepal, es un lugar asombroso que cuenta con una historia muy rica. Entre profundas laderas de montaña y cuevas rocosas se ocultan las ruinas de grandes palacios y templos, restos de la capital del influyente reino Malla occidental que gobernó en la zona entre los siglos XII y XIV.
Tras siglos de acumulación de pobreza, marginación en las políticas nacionales de desarrollo y también de buenas experiencias locales, las regiones semiáridas de América Latina se aprestan a dibujar sus propios caminos agrícolas compartiendo conocimientos, en una nueva e inédita iniciativa.
La necesidad de conservar y proteger los bosques del mundo es clara y urgente. Las poblaciones indígenas como la kichwa, de la Amazonia, han reconocido la necesidad de tomar medidas para prevenir los terribles efectos del cambio climático, la deforestación y los impactos en las especies.
La pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto algunas realidades menos conocidas o sobre las que no habíamos querido pensar, y ha dejado al descubierto sus consecuencias para el derecho de las personas a alimentarse dignamente.
Las tecnologías digitales en la agricultura están ayudando a abordar los problemas vinculados a la seguridad alimentaria y a las interrupciones de la cadena de suministro, debido a las medidas para contener a la covid-19 en India, al tiempo que aumentan los ingresos de los pequeños agricultores.
Las cooperativas de pequeños campesinos mayas que producen cardamomo orgánico contribuyen a sostener la cobertura forestal de Guatemala, a la vez que participan de la bonanza de precios y demanda de su producto en India y el Medio Oriente.
”Con esto de la pandemia, la globalización no cuenta. Los campesinos somos la salvación porque nosotros producimos la comida” dijo convencida Leticia Ramírez, presidenta del Consejo Regional Campesino de la región de Coquimbo, en el norte de Chile.
Imágenes desgarradoras de agricultores de India junto a una gran cantidad de verduras, frutas y granos descompuestos inundan estos días los diarios y las pantallas de televisión del país.
En la pequeña parcela La Cañada, en la periferia de la capital de Cuba, participantes del VII Encuentro Internacional de Agroecología, Agricultura Sostenible y Cooperativismo se interesaron por cómo al productor Wilfredo Pérez elabora sus propios fertilizantes ecológicos.
"Mi teléfono móvil es parte de mi agricultura. Apoya mi producción y el bienestar de mi familia a través de los servicios que obtengo por teléfono", dice entre seria y en bromea Ella Mazani, una productora a pequeña escala de Shurugwi, un pequeño municipio del centro geográfico de Zimbabwe.
La conmemoración del 25 aniversario de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), que acoge la capital de Turquía, tiene un llamado común de sus participantes: se necesita una acción urgente para frenar la degradación de las tierras y restaurarlas, porque de ello depende la seguridad alimentaria del planeta.
Jóvenes y periodistas sudamericanos tuvieron oportunidad de conocer sobre el terreno las experiencias de los habitantes de las comunidades de la ecorregión del Semiárido, para su convivencia activa con la sequía que cíclicamente afecta a la región del Nordeste de Brasil, la última de casi siete años y concluida en 2017.