Impactos energéticos muy distintos enfrentan Argentina, Brasil y Chile, ante la crisis económica provocada, o agravada, por un enemigo común, la pandemia de la covid-19
A mitad de camino entre el sueño de ser una potencia mundial de los hidrocarburos no convencionales de esquisto y las promesas todavía incumplidas de desarrollar las fuentes renovables, Argentina parece marchar sin un rumbo claro en materia energética.
El proyecto para instalar un enorme depósito de residuos de la actividad petrolera provocó una crisis en el norte de la Patagonia argentina y volvió a poner en primer plano en el país el debate sobre el impacto ambiental de las industrias extractivas.
Desde que un informe de la estadounidense Administración de Información Energética (EIA, en inglés) estableció en 2011 que Argentina es una potencia mundial en reservas de hidrocarburos de esquisto, la ilusión de un cambio en el destino económico sobrevuela en la mente de muchos habitantes de este país, donde casi un tercio de la población vive en pobreza.
El vertiginoso crecimiento de Añelo, un pueblo del suroeste de Argentina, a la sombra de la explotación de los hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta, se trastocó por la caída mundial de los precios del petróleo, que ha frenado el desarrollo local y amenaza inversiones y empleos.
Pese al desplome mundial de los precios del petróleo, Argentina mantiene su apuesta estratégica por la producción de hidrocarburos no convencionales, aunque a corto plazo podría complicarse la captación de las inversiones externas requeridas para explotar sus reservas en Vaca Muerta.
El gobierno de Argentina afianza un matrimonio de conveniencia con China, para unos disparejo y para otros una alianza indispensable para una nueva inserción global, en lo que supone un cambio radical respecto a una diplomacia que años atrás definía como “relaciones carnales” los vínculos con Estados Unidos.
La tierra que hasta hace nada era el lugar de pastoreo de los mapuches en la Patagonia de Argentina, comienza a estar invadida por torres para extraer el petróleo y el gas de esquisto, que han convertido a este país en protagonista de la era de los hidrocarburos no convencionales.
Los hidrocarburos no convencionales reactivaron los conflictos indígenas en el suroeste de Argentina. Sobre Vaca Muerta, la formación geológica que alberga esas reservas, viven 22 comunidades mapuches que reclaman que no fueron consultados sobre la explotación de sus tierras ancestrales, “arriba y abajo”.
En Argentina ya lo llaman “yeil”, una castellanización de “shale”, que denomina en inglés al gas y petróleo de esquisto. Pero lo que para muchos significa el futuro del desarrollo y el autoabastecimiento energético del país, para otros es una palabra que debería estar en desuso, cuando la tendencia mundial es avanzar hacia fuentes renovables y limpias.
A este pueblo de la Patagonia argentina la vida le cambió para siempre, por ser el municipio más cercano al mayor yacimiento de petróleo y gas no convencionales de América Latina. Añelo tiene ahora 5.000 habitantes, el doble que hace apenas dos años, y se calcula que en 15 años más tendrá 25.000.
Tiene casi un siglo, pero la explosión petrolera obliga a recomenzar de cero. La ola de inmigrantes, atraídos por la fiebre de los hidrocarburos no convencionales, colapsó este pueblito del sur de Argentina, mientras el plan de convertirlo en una “ciudad sustentable del futuro” apenas sale del papel.
El tesoro de petróleo y gas no convencionales de Vaca Muerta promete autoabastecimiento energético y desarrollo para Argentina. Pero la fractura hidráulica requerida para arrancar esa riqueza enquistada en rocas subterráneas, podría pagarse muy cara.
El aumento de la producción es tan vertiginoso que las instalaciones de la empresa YPF en el yacimiento de Loma Campana son por ahora contenedores interconectados. Argentina apuesta a sus recursos no convencionales de petróleo y gas y la carrera para lograr autoabastecerse y exportar combustibles no espera por las comodidades de una oficina.